En medio del crecimiento vertical de Bogotá, donde cada vez hay más torres vidriadas, centros comerciales y conjuntos residenciales de gran escala, hay un patrimonio silencioso que resiste el paso del tiempo: los edificios residenciales construidos entre los años 50 y 70. Muchos de ellos, ubicados en barrios tradicionales como Chapinero, La Soledad, La Cabrera, Teusaquillo o Santa Bárbara, guardan un valor arquitectónico y estético que hoy vuelve a ser apreciado por compradores jóvenes, arquitectos e inversionistas con visión a largo plazo.
“Bogotá está llena de joyas escondidas. Son edificios que fueron muy bien pensados en su momento, con buenos materiales, fachadas sobrias, balcones amplios y distribuciones generosas. Con un poco de trabajo, se convierten en verdaderos tesoros”, asegura Álvaro Rincón, empresario inmobiliario con amplia experiencia en renovación residencial.
Redescubrir lo clásico
Durante décadas, estos edificios fueron pasados por alto. Se veían viejos, poco funcionales o simplemente pasados de moda frente al auge de los nuevos desarrollos. Sin embargo, hoy muchos compradores están redescubriendo su potencial. En una ciudad donde el metro cuadrado nuevo es cada vez más caro, estos apartamentos ofrecen áreas amplias, mejor ventilación e iluminación natural, además de una estética atemporal que, bien cuidada, puede elevar considerablemente el valor de reventa.
Según Rincón, “hay detalles arquitectónicos que ya no se hacen: enchapes originales, papeles de colgadura de época, pasillos amplios, techos altos, puertas macizas y ventanales generosos. No es nostalgia, es calidad constructiva que vale la pena conservar y resignificar”.
Qué hace valioso a un edificio antiguo
No todos los edificios viejos tienen valor arquitectónico. Lo que distingue a una joya verdadera son ciertas características tanto en su diseño como en su construcción.
Elementos clave que elevan el valor de un edificio antiguo:
- Fachadas con diseño sobrio y armónico, que aportan carácter al entorno urbano.
- Distribuciones interiores funcionales, con buena separación entre áreas privadas y sociales.
- Elementos de diseño originales, como barandas en hierro forjado, pisos en madera natural, chimeneas de obra o vitrales.
- Estructura sólida y materiales nobles, como concreto expuesto, ladrillo limpio o enchapes de calidad.
- Posibilidad de incorporar modernidad sin perder esencia, como cocinas abiertas o iluminación LED que convive con elementos clásicos.
Cuando estas características se combinan con una remodelación inteligente, los resultados pueden ser sorprendentes. “Hemos visto apartamentos de 120 metros que, después de la intervención, superan en funcionalidad y belleza a muchos proyectos nuevos. Y todo por un tercio del valor”, afirma Rincón.
Una inversión con alma (y plusvalía)
Más allá de lo estético, rescatar un apartamento antiguo bien ubicado es una inversión con gran potencial de valorización. Los barrios tradicionales de Bogotá, aunque ya están consolidados, siguen siendo altamente atractivos por su oferta cultural, gastronómica y su cercanía a centros educativos o zonas empresariales. Allí, renovar en lugar de demoler también es un acto de responsabilidad urbana.
Ventajas de invertir en este tipo de propiedades:
- El precio de compra suele ser mucho más bajo que en un edificio nuevo.
- Las remodelaciones bien hechas elevan considerablemente el valor de mercado.
- Se conserva el carácter arquitectónico del barrio y se aporta a su revitalización.
- La oferta de apartamentos antiguos amplios y remodelados es escasa, lo que los hace muy demandados en el mercado.
Además, quienes deciden habitar estos espacios no solo ganan metros cuadrados o diseño, sino también una relación más consciente con la ciudad y su historia. “La gente que compra estos apartamentos suele querer quedarse. Les gusta vivir en un lugar con alma, no en una caja más”, explica Rincón.
Rescatar es revalorizar
Apostarle a un edificio antiguo no es solo un asunto de gusto o presupuesto. Es también una forma de resistir la homogeneización de la ciudad y de recuperar el valor de una arquitectura que sigue vigente. Cuando se hace con criterio, asesoría y cuidado, renovar uno de estos apartamentos puede ser mucho más que una buena inversión: puede ser una forma de construir ciudad desde la memoria y la estética.