Eduardo Angulo, acusado de violación incestuosa en Bolivia y prófugo de la justicia desde hace 22 años, fue pastor de la iglesia El Lugar de su Presencia. Hoy, utiliza el sistema judicial colombiano para intimidar e intentar silenciar a Brisa de Angulo, una de sus víctimas que se atrevió a denunciarlo.
Brisa De Angulo tuvo que interrumpir su vida, su trabajo como activista y dejar a su familia para viajar a Colombia y atender un llamado insólito. Su agresor, a quien no ha visto hace más de 20 años (desde que se fugó de Bolivia), la acusa de injuria y calumnia. La demanda, con un frágil argumento jurídico pero llena de adjetivos intimidantes provocó que la citaran a conciliar el viernes 11 de julio en Bogotá. Una rápida búsqueda en internet le arroja una posibilidad aterradora a Brisa: podría enfrentarse incluso a la cárcel en caso de que la demanda que interpuso su agresor prosperara.
¿Cómo un acusado de violación, cuyo crimen le implicó una condena al estado de Bolivia, sigue libre en Colombia, dirigiendo grupos de jóvenes y además, logra demandar a una de sus víctimas?
El caso, aunque inusual, es la muestra del calvario que deben atravesar miles de mujeres en América Latina que deciden romper el silencio y denunciar a sus agresores. Esa fue la razón por la que Brisa decidió armarse de valor, viajar a Bogotá y enfrentarse a la posibilidad de sentarse frente a frente con Eduardo Gutiérrez, solo que esta vez, ella será quien esté en el lugar de los acusados. Pero esta no es una posición que le sea ajena, no porque antes haya estado acusada de algún crimen, sino porque es el lugar donde la han puesto numerosos jueces y fiscales que han intentado desvirtuar su testimonio y estigmatizarla solo por ser mujer, solo por denunciar. Fueron las repetidas violaciones a sus Derechos Humanos por parte del sistema judicial en Bolivia durante el proceso de denuncia de Brisa lo que hizo que la CIDH tomara la decisión de condenar al Estado boliviano y le exigiera garantías.
“Yo no me voy a dejar intimidar ni silenciar y me voy a presentar porque yo no tengo nada que esconder ni nada de lo que retractarme. La vergüenza tiene que cambiar de lado, y las mujeres, niñas y niños víctimas de agresiones sexuales tienen que saber que no están solos, nunca más estarán solos” Dice Brisa con voz firme, mientras se cuestiona qué garantías pueden esperar las miles de mujeres que día a día deben no solo afrontar el trauma que les deja su agresor sino que también enfrentarse a un sistema que con frecuencia las revictimiza.
Eduardo Gutiérrez, quien tiene una alerta roja emitida por la Interpol, fue solicitado en extradición por el Estado boliviano, fue capturado y estuvo preso durante seis meses en La Picota, pero quedó en libertad gracias a un tratado firmado en 1.911 que impidió que Colombia extraditara a Gutierrez a Bolivia. De manera que este acuerdo, firmado hace más de 100 años, impidió que Bolivia cumpliera con las sanciones impuestas por la CIDH y tiene a un agresor sexual libre en las calles del país, en contacto con cientos de niños y niñas por su labor como pastor. Frente a este panorama Brisa decidió interponer una tutela que fue escogida por La Corte Constitucional para revisar el caso. Hasta el momento, la expectativa sigue puesta en saber si Colombia finalmente extraditará a Eduardo Gutiérrez.
La audiencia de conciliación, que tuvo lugar en la casa de justicia de los Mártires, dejó abiertas muchas preguntas sobre la perspectiva de género frente a estos casos que desafortunadamente no son pocos en Colombia, y mucho menos en América Latina. Asimismo, cuestionamientos en relación a las políticas de protección para los niños y niñas dado que Gutiérrez es un agresor sexual de menores que, a pesar de eso, camina libre sin ningún tipo de alerta dado que utiliza el nombre de Lalo Levi para identificarse en el país.
Mucho ha cambiado desde que Brisa y su familia tuvieron que enfrentarse a la justicia por primera vez, y aunque la conciliación es una nueva forma en la que el sistema judicial la re victimiza esta vez no estuvieron solos, cientos de sobrevivientes de agresiones sexuales, mujeres y ciudadanos solidarios se unieron a ella en un plantón para apoyarla y para expresar su indignación frente a este hecho. Este es un panorama esperanzador no solo para Brisa sino para la sociedad en general, la vergüenza nunca más estará del lado de las víctimas, a partir de hoy, son los agresores quienes tendrán que agachar la cabeza.
Por su parte, Brisa seguirá trabajando en la fundación que fundó luego de todo lo que vivió “Una Brisa de Esperanza” en donde han recibido más de 2.600 niños y niñas víctimas de violencia sexual. En este centro, junto a su familia, profesionales del área jurídica, social y psicológica, han implementado un modelo que trabaja en recuperar y sanar a las víctimas creando espacios saludables. Esto a través de una atención holística con tres componentes: atención psicológica, apoyo del área de trabajo social y asistencia jurídica. No solo se atiende a quien padeció las agresiones sino a todo su círculo familiar. Método que les ha permitido alcanzar cerca del 95% de condenas en Cochabamba Bolivia, lugar donde se encuentra el centro.